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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Isolda_Ana Rosseti

Si alguien sabe de un filtro que excuse mi extravío, que explique el desvarío de mi sangre, le suplico: Antes de que se muera el jazmín de mi vientre y se cumplan mis lunas puntuales y enteras y mis venas se agoten de tantas madrugadas en las que un muslo roza al muslo compañero y lo sabe marfil pero lo piensa lumbre; antes de que la edad extenúe en mi carne la vehemencia, que por favor lo diga. Contemplo ante el espejo, hospedado en mis sábanas, las señales febriles de la noche inclemente en donde el terso lino aulaga se vertiera y duro pedernal y cuerpo de muchacho. ciño mi cinturón y el azogue me escruta, fresas bajo mi blusa ansiosas se endurecen y al resbalar la tela por mi inclinada espalda parece una caricia; y la boca me arde. si alguien sabe de un filtro que excuse mi locura y me entregue al furor que la pasión exige, se lo ruego, antes de que me ahogue en mi propia fragancia, por favor, por favor se lo ruego:                   ...

Eva_Juan José Arreola

Él la perseguía a través de la biblioteca entre mesas, sillas y facistoles. Ella se escapaba hablando de los derechos de la mujer, infinitamente violados. Cinco mil años absurdos los separaban. Durante cinco mil años ella había sido inexorablemente vejada, postergada, reducida a la esclavitud. Él trataba de justificarse por medio de una rápida y fragmentaria alabanza personal, dicha con frases entrecortadas y trémulos ademanes. En vano buscaba él los textos que podían dar apoyo a sus teorías. La biblioteca, especializada en literatura española de los siglos XVI y XVII, era un dilatado arsenal enemigo, que glosaba el concepto del honor y algunas atrocidades por el estilo. El joven citaba infatigablemente a J. J. Bachofen, el sabio que todas las mujeres debían leer, porque les ha devuelto la grandeza de su papel en la prehistoria. Si sus libros hubieran estado a mano, él habría puesto a la muchacha ante el cuadro de aquella civilización oscura, regida por la mujer cuando la tierra tenía...

Mi vida con la ola [fragmento]_Octavio Paz

Pero jamás llegué al centro de su ser. Nunca toqué el nudo del ay y de la muerte. Quizá en las olas no existe ese sitio secreto que hace vulnerable y mortal a la mujer, ese pequeño botón eléctrico donde todo se enlaza, se crispa y se yergue, para luego desfallecer. Su sensibilidad, como las mujeres, se propagaba en ondas, solo que no eran ondas concéntricas, sino excéntricas, que se extendían cada vez más lejos, hasta tocar otros astros. Amarla era prolongarse en contactos remotos, vibrar con estrellas lejanas que no sospechamos. Pero su centro… no, no tenía centro, sino un vacío parecido al de los torbellinos, que me chupaba y me asfixiaba. Tendido el uno al lado de otro, cambiábamos confidencias, cuchicheos, risas. Hecha un ovillo, caía sobre mi pecho y allí se desplegaba como una vegetación de rumores. Cantaba a mi oído, caracola. Se hacia humilde y transparente, echada a mis pies como un animalito, agua mansa. Era tan límpida que podía leer todos sus pensamientos. Ciertas noches s...

Espejo retrovisor [fragmento]_Juan Villoro

"...Felipe aprovechó para levantar un inventario de los cambios de Roxana: la forma circular de sus senos, las manos, más gruesas y hábiles, un moretón en el tobillo, casi negro a través de la media. Era del tipo de mujeres a las que se llama "atractivas" para distinguirlas de las que de veras son guapas. Aunque ya no tenía de qué sentirse culpable, recordó con malestar la fiesta de graduación en la que Roxana le produjo una doble decepción: ni era virgen ni quería con él.  Al cabo de un rato volvieron a platicar. Roxana lo puso al tanto de los años que los separaron. A Felipe le pareció una circunstancia providencial que ella ya se hubiera divorciado. Roxana tenía dos hijos a los que, según dijo, no quería despertar: le pidió que mejor fueran a su departamento..."