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Mostrando entradas de enero, 2019

Death at Wind River_Mary Oliver

In their dreams the bullets shine red as roses in their grandmothers' cheeks the horses gallop again over the children, the young men can't kill fast enough. In their dreams they sleep with the moon But mostly they drag their heels in the dust, they pour whisky down their  throats, they sharpen their knives on nothing but stones. They have raged drunk over their old grandmothers. They have stumbled on the ghosts of the children. After that, all their nerves click like frozen leaves. They walk out over the branches of hopelessness. They think of this world welcoming the bodies of their sons. 

La diosa de la sabiduría psíquica_Jean Shinoda Bolen

En la mitología griega Hécate era la diosa de las encrucijadas que podía ver tres caminos a la vez. Es la diosa que encontramos cuando llegamos a un cruce de caminos. Ve de dónde venimos y adónde puede llevarnos cada camino de la encrucijada. Es un arquetipo que nos resultará familiar a todas las que prestamos atención a los sueños y sincronicidades, nos basamos en las experiencias anteriores y recurrimos a la intuición para decidir nuestra senda.    La diosa de la sabiduría psíquica e intuitiva: Hécate en el cruce de caminos (fragmento)_Las diosas de la mujer madura_Jean Shinoda Bolen

Tu nombre_Silvina Ocampo

Nadie consigue pronunciar tu nombre. Sólo yo conozco la inflexión perfecta. Fáltales la ternura en que fluye y la dulzura en las consonantes. No saben distiguir el color de la nota musical exacta. Por eso yo respondo cada día inventando un nombre: azul, pájaro, brisa, luz. Palabras comunes que se pueden decir sencillamente aun sin conocerte y sin amarte.

Los heraldos negros_César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé! Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!