La rosa primitiva
Escribo bajo el ala del ángel más perverso: la sombra de la lluvia y el sonreír de cobre de la niebla me conducen, oh estatuas, hacia un aire maduro, hacia donde se encierra la gran severidad de la belleza. Escribo las palabras y el penetrante nombre del poema, y no encuentro razón, flor que no sea la rosa primitiva de la ciudad que habito. Nunca el poema fue tan serio como hoy, y nunca el verso tuvo la estatura de bronce de lo que no se oculta. Hacia el amor, las manos, y en las manos, gimiendo, hojas de yerba amarga del pensamiento gris, secas raíces de una melancolía sin huesos, la danza del deseo muerto a vuelta de esquina y un sollozo frustrado gracias a la ternura. Hacia el amor, sonrisas, y en ellas, como almas, el malogrado espíritu de un mensaje que un día cobró cierta estructura, y que hoy, entorpecido, circula por las venas. Nunca digas a nadie que tienes la verdad en un puño, o que a tus plantas, quieta, perdura la virtud. Ama con sencillez, como si nada. Sé dueño de tu inf...