Sueño
Del otro lado de la ciudad. Lejos de casa. Anochece. Camino y olvido la desolación. Camino y la desolación crece. Cada paso es una palabra que busca reconciliarse conmigo misma. Mis errores corren tras de mí como mi sombra. Todas las ventanas por las que veo están rotas... ¡Mísera ilusión de regresar el tiempo! Desde este lugar veo todas las lámparas prendidas a medio día. Qué será esa locura al amanecer, qué será esa alegría marcada después del meridiano. Qué será esa angustia que sueño cuando duermo. Sueño: frente al espejo una mancha púrpura se asoma a mi lagrimal del ojo derecho, mis dedos tocan esa mancha y mi brazo se estira suavemente para sacar del ojo un coagulo enorme. Miedo, sed, escalofrio... ¿Y si de pronto no pudiera verte, ni leerte, ni recordarte? ¿Y si esa sangre coagulada fuera la sentencia de mi existencia? Al parecer, este corazón está hecho de menudencias de pescado. Por qué duermo con una sonrisa y despierto con los puños cerrados. He recorrido noventa y nueve veces este camino y pareciera que nunca llegaré a mi cama fria y sola. La tristeza se me escapa por los ojos y la felicidad se me escurre por la boca. Repito todos los diálogos, a veces en susurros o en llanto, cada palabra es consagrada al dios al que se deben. Silencio al recordar la ceremonia. Cada vértebra está alineada. Electricidad en mis labios, electricidad melódica.
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