Dejarse ir_Gloria Anzaldúa
No basta con decidir abrirte. Debes hundirte los dedos en el ombligo, con las dos manos agrietarte, derramar los lagartos y los sapos las orquídeas y los girasoles, virar al revés el laberinto. Sacudirlo. Sin embargo, no te vacías del todo. Quizás una flema verde se esconde en tu tos. Tal vez no sabes que la tienes hasta que un nudote crece en la garganta y se convierte en rana. Te cosquillea una sonrisa secreta en el paladar lleno de orgasmos diminutos. Pero tarde o tempranose revela. La rana verde croa sin discreción.Todos miran. No basta con abrirte una sola vez. De nuevo debes hundirte los dedos en el ombligo, con las dos manos desgarrarte, dejar caer ratas muertas y cucarachas lluvia de primavera, mazorcas en capullo. Virar al revés el laberinto. Sacudirlo. Esta vez debes soltarlo todo. Enfrentar el rostro abierto del dragón y dejar que el terror te trague.—Te disuelves en su saliva—nadie te reconoce hecha charco—nadie te extraña—ni siquiera te recuerdan y el laberinto tampoc...